VIII
Al medio día llegó a la orilla un cuerpo sin rostro. Tenía un espejo opaco pero intacto donde deberían estar los rasgos de estar su rostro. El cuerpo estaba lleno de cicatrices, golpes y letras marcadas a lo largo de él. Era curioso. Me recordaba a mí mismo, en otra época donde no tenía límites ni temores, una época donde la vida no había tomado contramedidas contra mi desfrenada avaricia de tomar el mundo. Su pelo era liso, pero grueso y maltratado; había una guerra llevándose acabo en él. Estaba sin vida, pero respiraba. Se levantó y me tomó del cuello, asfixiándome. Cuando intente ver a sus ojos me vi reflejado a mí mismo en el espejo que tenía por cara. Me golpeo con tanta fuerza que me desgarro la piel al hacer contacto con ella. Caí y escuché una voz que gritaba "Para de lastimarme" y me causo risa, pues el lastimado estaba siendo yo mismo por un cuerpo exactamente igual al mío.
Y desperté.
Todo había sido una visión engañina. Entonces, comprendí que el cuerpo que veía era el mío y que el espejo era para mostrarme cuan pasiva se había vuelto la expresión de mi rostro. -¿Habrá sido una visión del futuro? ¡Cuánta emoción! Había visto mi propio cuerpo sin vida ¿Será que habrá más sobrevivientes en orillas lejanas? ¿Será que cuando muera el mar me tragará y arrastrará mi cuerpo a otra orilla? Solo espero que mi cuerpo no se pierda en el camino y que este cuadernillo no sea tragado por la arena y el olvido. Sólo espero que nos encontremos antes de que llegue el final de mis días; a veces deseo que llegue pronto y a veces, nunca. Tengo la cabeza jodida y la vida aún más; sé que puede que vos incluso más, y, sin importar eso, me sigues leyendo, intentando comprender que mierda te quiero decir aquí. ¿Te digo un secreto? Ni siquiera yo estoy seguro a este punto de que te quiero decir de todo lo que debo.
Se hace tarde, amor. El ocaso ya golpea el día. A veces me atemoriza, pues sé que pronto llegará la noche y con ella todos los terrores que en ella habitan.
Me atemoriza porque cuando llega no sé si sobreviviré a ella. No me da miedo morir, me da miedo morir sin conocerte, sin llegar a verte, sin saber quién eres. Siento que estoy en mis últimos momentos pero mi corazón sigue latiendo con tranquilidad pero impaciencia mientras llegas; te he esperado mil vidas ya y créeme que puedo hacerlo más. Confía en mí, aunque sea difícil creerle a un patético con delirios de esquizofrenia que le habla a figuras tan reales como imaginarias. Deberías ver el mundo a través de mis ojos, hay más colores de los que podrías imaginar; te prometo que si lo haces, también verás cuanto vales para mí, amor.
El ocaso enciende y prende el mar en llamas, secándolo mientras mis impotentes ojos ven como poco a poco queda solo la mitad de el. Mitad agua, mitad desierto; desierto de mi mente, desierto en mi mente.
Estoy tan jodido que ya no distingo negro de blanco ni día de noche. Lo único que me mantiene a flote sos vos, aunque no tenga ni la más mínima idea de cuál es tu nombre ¿El mar tiene nombre? ¿Tiene tú mismo nombre? Ya ni me muevo de la orilla por temor a que me trague la selva en su inmensidad. Tengo sed y tengo hambre. Encontré un poco de Vino en una caja que trajo el otro día el mar a la orilla. He aprendido a engañar el hambre alcoholizándome, he aprendido a engañarme.
Ya casi termino la casa. Cuando llegues, amor, verás cuan felices y liberales seremos; ya aprendí incluso a hacer licor con las pocas frutas que hay en los árboles de la isla. Cuando vengas celebraremos. Cuando vengas, podremos embriagarnos, embriagarme, embriaga-me.
Es tarde amor. Se está haciendo muy tarde en mi vida. Te espero aquí, recostado en la arena.